Ciudad del Vaticano (AICA):
Finalizada la misa de ordenación sacerdotal que el santo padre
Francisco celebró ayer domingo por la mañana en la basílica de San
Pedro, -en la que el Papa ordenó a diez nuevos sacerdotes, entre ellos
al argentino Alberto López Pantano- se asomó a la ventana del
apartamento pontifico y rezó con los cientos de miles de fieles y
peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro la oración mariana del
Regina Caeli. En su alocución, invitó a todos a escuchar la llamada de
Dios y a seguir su vocación.
Finalizada la misa de ordenación sacerdotal que el santo padre Francisco
celebró ayer domingo por la mañana en la basílica de San Pedro, -en la
que el Papa ordenó a diez nuevos sacerdotes, entre ellos al argentino
Alberto López Pantano- se asomó a la ventana del apartamento pontifico y
rezó con los cientos de miles de fieles y peregrinos presentes en la
Plaza de San Pedro la oración mariana del Regina Caeli. En su alocución,
invitó a todos a escuchar la llamada de Dios y a seguir su vocación.
Texto de las palabras del Papa
!Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Cuarto Domingo del Tiempo de Pascua está caracterizado por el
Evangelio del Buen Pastor – en el capítulo décimo de San Juan –, que se
lee cada año. El relato de hoy narra estas palabras de Jesús: “Mis
ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy
Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis
manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede
arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola
cosa”. En estos cuatro versículos se encuentra todo el mensaje de Jesús,
está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su
relación con el Padre, y ésta es la vida eterna.
Jesús quiere establecer con sus amigos una relación que sea el
reflejo de aquella que Él mismo tiene con el Padre: una relación de
pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión. Para
expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad Jesús
utiliza la imagen del pastor con sus ovejas: él las llama y ellas
reconocen su voz, responden a su llamado y lo siguen. ¡Esta parábola es
hermosísima! El misterio de la voz es sugestivo: desde el vientre de
nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y aquella del papá; por el
tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la
frialdad. ¡La voz de Jesús es única! Si aprendemos a distinguirla, Él
nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el
abismo de la muerte.
Pero a un cierto punto Jesús dice, refiriéndose a sus ovejas: “Mi
Padre, que me las ha dado…”. Esto es muy importante, es un misterio
profundo, no fácil de comprender: si me siento atraído por Jesús, si su
voz calienta mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro
de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza…¡Y
Jesús es todo esto en plenitud! Esto nos ayuda a comprender el misterio
de la vocación, especialmente de las llamadas a una especial
consagración.
A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirlo, pero quizás sucede
que no nos damos cuenta que es Él, justo como le pasó al joven Samuel.
Hoy, aquí en la Plaza hay muchos jóvenes. Quisiera preguntarles: ¿han
escuchado a veces la voz del Señor que a través de un deseo, una
inquietud, les invitaba a seguirlo más de cerca? ¿Han tenido ganas de
ser apóstoles de Jesús?
Es necesario jugarse la juventud por grandes ideales. ¡Pregunta a
Jesús qué cosa quiere de ti y sé valiente! Detrás y antes de cada
vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, está siempre la oración
fuerte e intensa de alguien: de una abuela, de un abuelo, de una madre,
de un padre, de una comunidad… Es por esto que Jesús ha dicho: “¡Rueguen
al dueño de los sembrados –o sea a Dios Padre- que envíe trabajadores
para la cosecha!”.
Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y sólo en la
oración pueden perseverar y fructificar. Me gusta subrayarlo hoy, que es
la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”. Oremos en
particular por los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma que he
tenido la alegría de ordenar esta mañana. E invoquemos la intercesión de
María, que es la Mujer del “sí”. Ella ha aprendido a reconocer la voz
de Jesús desde cuando lo llevaba en el vientre. ¡Que María nos ayude a
conocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar en el
camino de la vida!+
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