Ciudad del Vaticano (AICA):
“El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que
culmina con la solemnidad de Pentecostés en que la Iglesia revive la
efusión del Espíritu Santo”, explicó el Papa a las 75.000 personas
presentes en la Plaza de San Pedro para asistir a la audiencia general
de los miércoles. Después de dar la vuelta en automóvil a la Plaza y
saludar a los diversos grupos de fieles, el Papa comenzó su catequesis
dedicada a la tercera persona de la Trinidad: el Espíritu Santo.
“El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que
culmina con la solemnidad de Pentecostés en que la Iglesia revive la
efusión del Espíritu Santo”, explicó el Papa a las 75.000 personas
presentes en la Plaza de San Pedro para asistir a la audiencia general
de los miércoles. Después de dar la vuelta en automóvil a la Plaza y
saludar a los diversos grupos de fieles, el Papa comenzó su catequesis
dedicada a la tercera persona de la Trinidad: el Espíritu Santo.
“En el Credo -dijo Francisco- profesamos con fe: “Creo en el
Espíritu Santo, Señor y dador de vida”. La primera verdad que aseveramos
es que el Espíritu Santo es “Kyrios”, es decir Señor. Esto significa
que es verdaderamente Dios como lo son el Padre y el Hijo. Pero quisiera
hablar sobre todo del hecho de que es también la fuente inagotable de
la vida de Dios en nosotros”.
“El hombre de todos los tiempos y todos los lugares -prosiguió el
pontífice- desea una vida plena y hermosa, una vida que no esté
amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su
plenitud. El ser humano es como un viajero que, cruzando los desiertos
de la vida, tiene sed de agua viva y fresca, capaz de saciar su profundo
deseo de luz, amor, belleza y paz. ¡Todos sentimos ese deseo! Y Jesús
vino a darnos ese "agua viva" que es el Espíritu Santo que procede del
Padre y que derrama en nuestros corazones.”He venido para que tengan
vida y la tengan abundante”, dice Jesús”.
Cristo vino a darnos el agua viva que es el Espíritu Santo “para que
nuestra vida esté guiada por Dios. Por eso cuando decimos que el
cristiano es un ser espiritual, queremos decir que es una persona que
piensa y actúa de acuerdo con Dios, según el Espíritu Santo. Sabemos que
el agua es esencial para la vida, sin agua morimos, el agua apaga la
sed, lava, hace que la tierra sea fértil.
El “agua viva", el Espíritu Santo, don del Resucitado que viene a
morar en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos
transforma, porque nos hace partícipes de la misma vida de Dios, que es
amor.”.
El apóstol Pablo, señaló el Papa, afirma que la vida de los
cristianos “está animada por el Espíritu y rica de sus frutos que son
“amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad,
amabilidad, dominio de sí". El Espíritu mismo, junto con nuestro
espíritu, atestigua que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos
también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que
sufrimos con él, para que también seamos glorificados con él.
Este es el precioso don que el Espíritu Santo trae a nuestros
corazones: la vida misma de Dios, vida de hijos verdaderos, una relación
de libertad y confianza en el amor y la misericordia de Dios, que tiene
como efecto también un nueva mirada a los demás, cercanos y lejanos,
vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los que hay que amar y
respetar. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo”.
“Por eso -concluyó- el agua viva que es el Espíritu Santo apaga la
sed de nuestra vidas porque nos dice que Dios nos ama como hijos, que
podemos amarlo como hijos suyos y que por su gracia podemos vivir como
hijos de Dios, como Jesús”.+
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