El papa Francisco presidió este domingo desde la Basílica de San Pedro
del Vaticano la solemne Adoración Eucarística, a la que, en el marco de
las celebraciones por el Año de la Fe, estaban llamadas a participar al
mismo tiempo todas las diócesis del mundo, con sus respectivas
catedrales.
Con este acto, de una hora de duración, Francisco quiso, en calidad
de cabeza de la Iglesia, ponerse al frente de un rezo global al unísono,
en la primera iniciativa de este tipo que se hace en la Iglesia
Católica, coincidiendo además con la celebración del 50 aniversario de
la apertura del Concilio Vaticano II.
A las 17, hora de Roma el Papa entró en la basílica de San Pedro,
que estaba conectada con otros templos católicos a través de Internet y
de la señal televisiva por satélite.
El acto, al que estaban convocados los católicos de todos los
rincones del planeta, tuvo como gran protagonista el silencio en el que
se desarrollaron los rezos particulares de cada asistente, intercalados
con distintas lecturas bíblicas que se recitaron con la música de fondo
de un arpa.
Desde las Islas Cook a Reikiavik, pasando por Chile, Burkina Faso,
Taiwán, Irak, Bangladesh, Estados Unidos o Filipinas, las diócesis se
sincronizaron con la hora de la diócesis del Papa. El mismo Santo Padre
propuso las intenciones de oración.
La primera fue: “Por la Iglesia, extendida en todo el mundo y
recogida hoy en señal de unidad en la adoración de la Santísima
Eucaristía. Que el Señor la haga cada vez más obediente a la escucha de
su Palabra para presentarse ante el mundo siempre “más hermosa, sin
mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada”. Que a través de su fiel
anuncio, la Palabra que salva resuene aún como portadora de misericordia
y haga que el amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor y al
sufrimiento, devolviendo alegría y serenidad”.
La segunda intención del papa Francisco fue: “Por aquellos que en
los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas
esclavitudes y son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del
narcotráfico y del trabajo “esclavo”; por los niños y las mujeres que
padecen todas las formas de la violencia.
¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante
para que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide
de tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia! Por
todos aquellos que, además, se encuentran en la precariedad económica,
sobre todo los desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que
carecen de hogar, los presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que
la oración de la Iglesia y su cercanía activa les de consuelo y ayuda
en la esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la dignidad de la
persona!”
Según explicó el presidente del Consejo Pontificio para la Nueva
Evangelización, Rino Fisichella, con este acto "histórico", encuadrado
también en la celebración del Corpus Christi, se pretende dar muestra
del carácter de "unidad" y "portadora de misericordia" hacia los más
débiles que tiene la Iglesia.
"Hemos tenido una adhesión masiva a esta iniciativa que se ha
extendido más allá de las catedrales y ha implicado a conferencias
episcopales, parroquias, congregaciones religiosas, especialmente los
monasterios de clausura, y las asociaciones", dijo Fisichella
recientemente durante la presentación del acto.
El programa del acto, retransmitido en directo por televisión,
contemplaba momentos de adoración silenciosa, cánticos, así como una
serie de breves lecturas bíblicas alternadas con oraciones escritas por
los últimos papas, desde Pío XII a Benedicto XVI, pasando por Pablo VI,
Juan XXIII y Juan Pablo II.+
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