“Yo no me avergüenzo del Evangelio”, fue el tema de la catequesis
impartida ayer, lunes 17 de junio, por la tarde, por el papa Francisco
en el Aula Pablo VI con motivo de la inauguración del congreso eclesial
(17-19 de junio) que concluye el año pastoral de la diócesis de Roma y
cuyo tema es: “Cristo, te necesitamos. La responsabilidad de los
bautizados en el anuncio de Jesucristo”.
El congreso seguirá hoy, martes, en San Juan de Letrán, y concluirá
el miércoles en las parroquias o prefecturas de la diócesis. La sala
Pablo VI quedó pequeña y en el exterior de ella había un sector al aire
libre conectado con pantallas gigantes. Al menos unas diez mil personas
escucharon al Santo Padre.
El papa Francisco recordó que “algunos cristianos parecen ser
devotos de la diosa lamentación” y precisó que “el mundo es el mundo, el
mismo que hace cinco siglos atrás” y que es necesario “dar testimonio
fuerte, ir adelante” pero también “soportar, las cosas que aún no se
pueden cambiar”. E invitó “con coraje y paciencia a salir de nosotros
mismos, hacia la comunidad para invitarlos”.
“Una revolución para transformar la historia, tiene que cambiar en
profundidad el corazón humano. Las revoluciones que han tenido lugar
durante los siglos han cambiado sistemas políticos y económicos, pero
ninguna de ellas ha cambiado realmente el corazón del hombre. La
verdadera revolución, la que transforma radicalmente la vida, la ha
hecho sólo Jesucristo por medio de su resurrección que, como le gusta
recordar a Benedicto XVI, ha sido "la más grande mutación de la historia
de la humanidad y ha dado vida a un nuevo mundo”.
Y añadió: “El Evangelio es para todos. Este ir hacia los pobres no
significa que debamos convertirnos en pauperistas o en una especie de
vagabundos espirituales. No, no es esto. Significa que tenemos que ir
hacia la carne de Jesús que sufre, pero la carne de Jesús que sufre es
también la de aquellos que no lo conocen con sus estudios, con su
inteligencia o su cultura. Tenemos que ir allí. Por eso me gusta usar la
frase “ir hacia las periferias”, las periferias existenciales. Todas,
las de la pobreza física y real y las de la pobreza intelectual que
también es real. Y allí sembrar la semilla del Evangelio, con la palabra
y el testimonio”.
“Y esto significa que tenemos que tener valor. Quiero decirles algo:
En el Evangelio es bello el texto que habla del pastor que, cuando
vuelve al redil, se da cuenta de que le falta una oveja; deja las
noventa y nueve y va a buscarla. Va a buscar una. Pero nosotros tenemos
una ¡nos faltan las noventa y nueve! Tenemos que salir, tenemos que ir a
buscarlas. En esta cultura, digamos la verdad, tenemos solo una, somos
minoría. Y ¿no sentimos el fervor, el celo apostólico de salir y buscar a
las otras noventa y nueve?
“Queridos hermanos, tenemos una y nos faltan 99, salgamos a
buscarlas”, pidamos “la gracia de salir a anunciar el evangelio”. Porque
“es más fácil quedarse en casa con una sola oveja, peinarla,
acariciarla. Y exclamó: “Pero a todos nosotros el Señor nos quiere
pastores y no peinadores”.
Y concluyó recordando que “Dios nos dio esta gracia gratuitamente, debemos darla gratuitamente”.+
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