El Santo Padre continuó, esta mañana, en el marco de la acostumbrada
audiencia semanal, su catequesis sobre el Credo retomando la idea de la
semana pasada sobre el perdón de los pecados. "Hoy quiero hablar del
perdón de los pecados, que forma parte de la ‘potestad de las llaves’
que Jesús dio a sus apóstoles”, dijo el papa Francisco ante miles de
fieles, provenientes de distintas partes del mundo, que llenaban la
Plaza de San Pedro.
“Antes que nada debemos recordar que el protagonista del perdón de
los pecados es el Espíritu Santo, comenzó el papa Francisco su
catequesis, ¡Él es el protagonista! En su primera aparición a los
apóstoles, en el Cenáculo, Jesús resucitado hizo el gesto de soplar
sobre ellos diciendo: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes perdonen los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan
retenidos”. Jesús, transfigurado en su cuerpo, es el hombre nuevo, que
ofrece los dones pascuales fruto de su muerte y resurrección. ¿Cuáles
son estos dones? La paz, la alegría, el perdón de los pecados, la
misión; pero sobre todo da el Espíritu Santo que es la fuente de todo
esto. Del Espíritu Santo vienen todos estos dones. El soplo de Jesús,
acompañado por las palabras con las que comunica el Espíritu, indica la
transmisión de la vida, la vida nueva regenerada por el perdón”.
“Pero antes de hacer este gesto de soplar y dar el Espíritu, Jesús
muestra sus llagas, en las manos y en el costado: estas heridas
representan el precio de nuestra salvación. El Espíritu Santo nos trae
el perdón de Dios ‘pasando a través’ de las llagas de Jesús. Estas
llagas que Él quiso conservar, incluso en este momento en el Cielo, Él
le hace ver al Padre las llagas con las que nos ha rescatado. Por la
fuerza de estas llagas nuestros pecados son perdonados, así Jesús dio su
vida por nuestra paz, por nuestra alegría, por la gracia de nuestra
alma, por el perdón de nuestros pecados y ¡esto es muy bello! Mirar a
Jesús de esta manera”.
“Y llegamos al segundo elemento: Jesús da a los apóstoles el poder
de perdonar los pecados ¿Cómo es esto? Es un poco difícil de entender
que un hombre pueda perdonar los pecados. Jesús da el poder. La Iglesia
es depositaria del poder de las llaves. De abrir o cerrar, de perdonar.
Dios perdona a todos los hombres en su soberana misericordia, pero Él
mismo ha querido que todos los que pertenezcan a Cristo y a su Iglesia,
reciban el perdón mediante los ministros de la comunidad. A través del
ministerio apostólico, la misericordia de Dios me alcanza, mis culpas
son perdonadas y se me da la alegría. De este modo, Jesús nos llama a
vivir la reconciliación también en la dimensión eclesial, comunitaria. Y
esto es muy bello. La Iglesia, que es santa y a la vez necesitada de
penitencia, acompaña nuestro camino de conversión para toda la vida”.
“La Iglesia no es dueña del poder de las llaves, no es dueña, sino
que es sierva del ministerio de la misericordia y se alegra de todas las
veces que puede ofrecer este don divino. Muchas personas hoy no
entienden la dimensión eclesial del perdón, porque domina siempre el
individualismo, el subjetivismo, y también nosotros los cristianos nos
resentimos. Cierto, Dios perdona a todos los pecadores arrepentidos,
personalmente, pero el cristiano está vinculado a Cristo, y Cristo está
unido a la Iglesia. Para nosotros los cristianos hay otro don además, y
también una obligación más: pasar humildemente a través del ministerio
eclesial. Y esto debemos valorarlo, es un don, también es una cura, una
protección y también la seguridad de que Dios me ha perdonado”.
“Yo voy al hermano sacerdote y digo: padre, he hecho esto; y él
dice: “Yo te perdono y Dios te perdona”, y yo estoy seguro en este
momento de que Dios me perdonó. ¡Esto es bello! Esto es tener la
seguridad de lo que nosotros decimos siempre: Que Dios nos perdona
siempre. No se cansa de perdonar. Nosotros no debemos cansarnos de ir a
pedir perdón. “Pero Padre, a mí me da vergüenza ir a decir mis
pecados…”. Mira, nuestras madres, nuestras abuelas decían que es “mejor
rojo una vez que mil amarillo”. Te pones rojo una vez, te perdonan los
pecados y… ¡adelante!”
“Finalmente, un último punto: el sacerdote, instrumento para el
perdón de los pecados. El perdón de Dios que se nos da en la Iglesia nos
es transmitido por medio del ministerio de un hermano nuestro, el
sacerdote; un hombre, que como nosotros necesita misericordia, se
convierte verdaderamente en instrumento de misericordia, dándonos el
amor sin límites de Dios Padre. También los sacerdotes deben confesarse,
también los obispos, todos somos pecadores. También el Papa se confiesa
cada quince días, porque el Papa también es un pecador. El confesor
escucha lo que le digo, me aconseja y me perdona. Todos necesitamos este
perdón”.
“A veces encontrás a alguno que prefiere confesarse directamente con
Dios…. Sí, como decía antes: Dios te escucha siempre, pero en el
sacramento de la Reconciliación manda a un hermano a traerte el perdón,
la seguridad del perdón en nombre de la Iglesia”.
“El servicio que el sacerdote presta como ministro, de parte de
Dios, para perdonar los pecados es muy delicado, es un servicio muy
delicado y exige que su corazón esté en paz, que el sacerdote tenga el
corazón en paz, que no maltrate a los fieles, sino que sea humilde,
benévolo y misericordioso; que sepa sembrar esperanza en los corazones
y, sobre todo, sea consciente de que el hermano o la hermana que se
acerca al sacramento de la Reconciliación busca el perdón y lo hace como
se acercaban tantas personas a Jesús para que los curara. El sacerdote
que no tenga esta disposición de espíritu es mejor que, hasta que se
corrija, no administre este Sacramento. Los fieles penitentes tienen el
deber, ¡no! Tienen el derecho, todos tenemos el derecho de encontrar en
los sacerdotes servidores del perdón de Dios”.
“Queridos hermanos, como miembros de la Iglesia, ¿somos conscientes
de este don que nos ofrece Dios mismo? ¿Sentimos la alegría de este
cuidado, de esta atención materna que la Iglesia tiene hacia nosotros?
¿Sabemos valorarla con sencillez y asiduidad? No olvidemos que Dios no
se cansa nunca de perdonarnos; mediante el ministerio del sacerdote, nos
abraza en un nuevo abrazo que nos regenera y nos permite volvernos a
levantar y volver a retomar de nuevo el camino. Porque esta es nuestra
vida, levantarnos y retomar el camino”, concluyó el Pontífice.
La familia rural y las víctimas del ciclón en Cerdeña
Al finalizar la audiencia, Francisco recordó el 22 de noviembre las
Naciones Unidas inauguran el "Año Internacional de las Familias
Rurales", por lo que quiso subrayar que "la economía agrícola y el
desarrollo rural encuentran en la familia un trabajador respetuoso de la
creación y atento a las necesidades concretas. También en el trabajo,
la familia es un modelo de fraternidad para vivir una experiencia de
unidad y de solidaridad entre todos su miembros, con una mayor
sensibilidad hacia quién está más necesitado de cuidados o de ayuda,
bloqueando de raíz eventuales conflictos sociales".
Por estos motivos, prosiguió el Santo Padre, "mientras expreso
complacencia por esta iniciativa oportuna, deseo que contribuya a
valorar los innumerables beneficios que la familia aporta al crecimiento
económico, social, cultura y moral de toda la comunidad humana".
Al concluir, el obispo de Roma tuvo presente a las víctimas del
ciclón de Cerdeña, invitó a todos los presentes a guardar silencio y
orar juntos el Ave María. Francisco pidió también oración por los
familiares e invitó a ser solidarios con los afectados.
Esta misma mañana, se hizo público el telegrama que el Secretario de
Estado, monseñor Pietro Parolín dirigió al monseñor Arrigo Miglio,
presidente de la Conferencia Episcopal Sarda. Allí comunica el deseo del
Santo Padre de "hacer llegar a todos su afectuosa palabra de consuelo y
de ánimo, asegurando un recuerdo particular en la oración or los que
han perdido la vida y por todas las personas probadas por las grave
calamidad".+
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