Martes 26 Nov 2013 | 10:34 am
Esta mañana, en la oficina de prensa de la Santa Sede, el presidente del
Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización,
monseñor Rino Fisichella presentó la primera Exhortación apostólica del
papa Francisco: Evangelii Gaudium, en la que el Papa recoge la
riqueza de los trabajos del Sínodo dedicado a “La nueva evangelización
para la transmisión de la fe” celebrado del 7 al 28 de octubre de 2012.
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que
se encuentran con Jesús”, escribe el Pontífice al comienzo de la
exhortación y añade: “Quiero dirigirme a los fieles cristianos para
invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e
indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”.
“Es un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios, el
que escuchamos en esta Exhortación Apostólica”, dijo monseñor Fisichella
en su presentación y señaló que es un documento programático y
exhortativo, cuya centralidad es la misionariedad sin fronteras, con
carácter universal. Se trata de un fuerte llamamiento a todos los
bautizados para que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a los otros
el amor de Jesús en un “estado permanente de misión”, venciendo el gran
riesgo del mundo actual: el de caer en “una tristeza individualista”.
El papa Francisco, subrayó el presidente del Pontificio Consejo para
la Promoción de la Nueva Evangelización, va al núcleo de los problemas
que vive el hombre de hoy y que, de parte de la Iglesia, exigen mucho
más que una simple presencia. A ella se le pide una diligente acción
programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso
por la nueva evangelización. El Evangelio debe llegar a todos, sin
ningún tipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son privilegiados. Para
evitar equívocos, el Papa presenta en su orientación: “No tanto los
amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos,
aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados, no deben
quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan
claro” .
En la presentación del documento intervinieron, además de monseñor
Fisichella, monseñor Lorenzo Baldisseri, secretario general del sínodo
de los obispos; y monseñor Claudio Maria Celli, presidente del
Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.
Monseñor Celli puso de relieve que su lenguaje sereno, cordial,
directo, como viene haciendo desde el comienzo de su pontificado,
alienta a “expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita
advertir su permanente novedad”, como escribe el mismo Santo Padre, que
señala también que “es deseable que cada Iglesia particular aliente el
uso de las artes en su tarea evangelizadora, en continuidad con la
riqueza del pasado, pero también en la vastedad de sus múltiples
expresiones actuales, en orden a transmitir la fe en un nuevo ‘lenguaje
parabólico’”.
Por su parte el Secretario General del Sínodo de los Obispos,
monseñor Baldisseri, hizo hincapié en la dimensión sinodal de la primera
Exhortación Apostólica del Santo Padre, destacando que el obispo de
Roma ha reelaborado de forma personal las proposiciones de los Padres
sinodales y escribió un documento programático y exhortativo, cuya
centralidad es la misionariedad sin fronteras, con carácter universal.
El Santo Padre escribe la palabra ‘alegría’ 59 veces en esta
Exhortación Apostólica que cita 27 veces las proposiciones sinodales.
Monseñor Badisseri puso de relieve la invitación del Papa a ir a las
periferias existenciales, su vivencia personal como arzobispo de Buenos
Aires y en la redacción del Documento de Aparecida. Experiencia pastoral
que se enriquece con la piedad popular, que en América Latina y el
Caribe los obispos denominan también “mística popular”.
Entre los puntos citados por monseñor Baldisseri sobresale la
urgencia mundial de la dimensión social de la Evangelización, que
destaca el Papa Francisco y a la que dedica una parte consistente de su
documento, en el que leemos textualmente: “A continuación procuraré
concentrarme en dos grandes cuestiones que me parecen fundamentales en
este momento de la historia. Las desarrollaré con bastante amplitud
porque considero que determinarán el futuro de la humanidad. Se trata,
en primer lugar, de la inclusión social de los pobres y, luego, de la
paz y el diálogo social”.
Un programa de pontificado
A lo largo de los 300 puntos que forman la exhortación, el Pontífice
habla de su visión de la Iglesia y del mundo, profundizando en ideas
que ya viene anunciando durante estos ocho meses.
Francisco expresa su "sueño con una opción misionera capaz de
transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios,
el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado
para la evangelización del mundo actual más que para la
autopreservación".
Al comienzo de la exhortación, el Papa convoca a los bautizados para
que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a otros el amor de Jesús y
para realizar esta tarea, Francisco invita a "recuperar la frescura
original del Evangelio", encontrando "nuevos caminos" y "métodos
creativos". Del mismo modo habla de "una conversión del papado" para que
sea "más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle" y "a las
necesidades actuales de la evangelización". Sobre las Conferencias
Episcopales señala su deseo de que puedan dar una contribución a fin que
"el efecto colegial" tenga una aplicación "concreta" que aún "no se
realizó plenamente".
Signo de la acogida de Dios es “tener templos con las puertas
abiertas en todas partes” para que todos los que buscan no se encuentren
“con la frialdad de unas puertas cerradas”. Y “tampoco las puertas de
los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera", advierte el
Santo Padre.
Deteniéndose sobre los retos del mundo contemporáneo, el Papa
critica el sistema económico actual al que denomina “injusto en su
raíz”. “Esa economía mata” porque predomina “la ley del más fuerte”,
dice. La cultura actual del “descarte” hace que “los excluidos no son
'explotados' sino desechos, 'sobrantes'”. Del mismo modo denuncia los
“ataques a la libertad religiosa” y las nuevas situaciones de
persecución a los cristianos.
También habla de la importancia de la familia, que "atraviesa una
crisis cultural profunda" e insiste en "el aporte indispensable del
matrimonio a la sociedad".
El papa enumera las “tentaciones de los agentes pastorales”:
individualismo, crisis de identidad, caída del fervor. Exhorta a "ser
signos de esperanza" poniendo en marcha la "revolución de la ternura" y a
vencer la "mundanidad espiritual". El Papa dedica unas líneas para
hablar de los que “se sienten superiores a otros” por ser
“inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado”
y, “en lugar de evangelizar" lo que hacen es "clasificar a los demás”. Y
también recuerda a quienes tienen un “cuidado ostentoso de la liturgia,
de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que
el Evangelio tenga una real inserción” en las necesidades de la gente.
A las comunidades eclesiales les advierte del peligro de caer en
envidias o en celos “dentro del Pueblo de Dios y en las distintas
comunidades". Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de
los laicos, mantenidos “al margen de las decisiones” a raíz de “un
excesivo clericalismo”. También habla del rol de la mujer, afirmando que
"todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina
más incisiva en la Iglesia”. Recuerda además a los jóvenes que deben
tener “un protagonismo mayor”. Y sobre la escasez de vocaciones en
algunos lugares, el Santo Padre alerta que “no se pueden llenar los
seminarios con cualquier tipo de motivaciones”.
Por otro lado, el Santo Padre recuerda que “el cristianismo no tiene
un único modo cultural” y que el rostro de la Iglesia es “pluriforme”.
Del mismo modo reafirma la "fuerza activamente evangelizadora” de la
piedad popular e invita a los teólogos a llevar en el corazón “la
finalidad evangelizadora de la Iglesia” y a no contentarse con “una
teología de escritorio”.
Sobre la forma de predicar, señala Francisco que la homilía “debe
ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase”, debe saber decir
“palabras que hacen arder los corazones”, huyendo de “una predicación
puramente moralista o adoctrinadora”.
El Santo Padre indica que "nadie puede exigirnos que releguemos la
religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna
en la vida social". Y en la lucha por la justicia, recuerda que "la
opción por los pobres es una categoría teológica" antes que sociológica.
Por eso indica, "quiero una Iglesia pobre y para los pobres. Ellos
tienen mucho que enseñarnos".
Hay un espacio dedicado también a los más débiles, a quienes -el
Papa recuerda- debemos cuidar: "los sin techo, los toxicodependientes,
los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y
abandonados”, los migrantes, las víctimas de la trata de personas,
mujeres que sufren situaciones de exclusión. Y deteniéndose en especial
en los niños por nacer, recuerda que "no debe esperarse que la Iglesia
cambie su postura sobre este tema" y que "no es progresista pretender
resolver los problemas eliminando una vida humana".
Francisco también habla de la paz y explica la necesidad de "una voz
profética" cuando se quiere construir una reconciliación falsa que
“silencie” a los más pobres mientras “algunos no quieren renunciar a sus
privilegios”. Indica cuatro principios para la construcción de una
sociedad "en paz, justicia y fraternidad": trabajar a largo plazo, sin
obsesionarse por resultados inmediatos, obrar para que los opuestos
alcancen una unidad pluriforme que engendra nueva vida, evitar que la
política y la fe se reduzcan a la retórica y aunar globalización y
localización.
La evangelización también implica un camino de diálogo que abre a la
Iglesia para colaborar con todas las realidades políticas, sociales,
religiosas y culturales, recuerda el pontífice. Señala el ecumenismo
como "un camino ineludible de la evangelización" y la importancia del
enriquecimiento recíproco. Asimismo, el diálogo interreligioso "es una
condición necesaria para la paz en el mundo". Y frente a episodios de
violencia invita a “evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero
Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda
violencia”. Por otro lado subraya que "el debido respeto a las minorías
de agnósticos o no creyentes, no debe imponerse de un modo arbitrario
que silencie las convicciones de las mayorías creyentes, o ignore la
riqueza de las tradiciones religiosas".
Para concluir el Santo Padre habla de los "evangelizadores con
Espíritu". Ellos son quienes se "abren sin temor a la acción del
Espíritu Santo” que “infunde la fuerza para anunciar la novedad del
Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar,
incluso contracorriente”. Son evangelizadores que oran y trabajan,
conscientes de que la misión es una pasión por Jesús y por su pueblo. Y
recuerda a los fieles: "Si logro ayudar a una sola persona a vivir
mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida”. Finaliza con una oración
especial a María "Madre del Evangelio", "porque cada vez que miramos a
María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del
cariño".+
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