“Pienso también hoy en aquel olivo
que los representantes de las diferentes
religiones
plantamos en Buenos Aires, en la Plaza de
Mayo, el año 2000,
pidiendo que no haya más caos, pidiendo que
no haya más guerra,
pidiendo paz.”
Papa Francisco
Vigilia de Oración por la Paz
7 de septiembre de 2013
Durante la Vigilia de Oración por la Paz
celebrada el pasado sábado 7 de septiembre, el Papa Francisco hizo referencia al olivo que plantó en el año
2000 en la Plaza de Mayo junto a representantes de otros credos. Esta iniciativa
nació en el marco de una visita del beato Juan Pablo II a Tierra
Santa…
El 24
de marzo de ese año, Juan Pablo II celebró por primera vez en varios siglos una
Misa en el mismo lugar que Jesús la instituyó: el Cenáculo de Jerusalén. “En
un cierto sentido, Pedro y los apóstoles, en las personas de sus sucesores, han
vuelto hoy a la sala del piso superior, para profesar la fe perenne de la
Iglesia: Cristo ha resucitado y volverá” sostuvo el entonces Papa en ese
emblemático lugar.
Ese
mismo día y conmovido todavía por haber celebrado la Misa en el Cenáculo de
Jerusalén, Juan Pablo II recibió a un grupo de jóvenes judíos y palestinos que
lo habían visitado en Roma el año anterior, y a quienes él había prometido ver
en Jerusalén. Estos jóvenes le regalaron un olivo en crecimiento, como símbolo
del esfuerzo, para lograr la paz en Jerusalén y en toda Tierra Santa.
Al
conocer este gesto, un sacerdote de la arquidiócesis de Buenos Aires -que estaba
a cargo de la Vicaría de Educación y de la organización de la Misa por la
Educación en la Plaza de Mayo - acercó al entonces Arzobispo de Buenos Aires,
cardenal Jorge Bergoglio sj, la idea de plantar un olivo.
La
decisión no tardó en llegar. En menos de 5 días –el 29 de marzo de 2000-, el
cardenal Bergoglio convocó a educar para la paz y la esperanza, en un acto
interreligioso y ecuménico, junto a autoridades civiles de la Nación, de la
Ciudad de Buenos Aires y miles de alumnos, padres y maestros representantes de
las comunidades educativas de Buenos Aires.
Momentos antes de tomar la pala con sus
propias manos, nuestro querido Papa dijo: “No queremos una paz de estanque,
una paz que no se mueva. En última instancia acuérdense de que el agua estancada
es la primera que se corrompe. Esa no es la paz de nuestro Dios cercano.
La paz de nuestro Dios cercano es la paz del manantial que sigue fluyendo, y que
sigue creando cosas y dando vida con su misma agua y dando vida con su misma
paz. Sigue creando esperanza. Nuestra paz es fundamento, es origen, es
manantial, de una esperanza que nos va a trascender incluso a nosotros mismos,
pero que ya hoy la tenemos que sembrar.”
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