Los obispos argentinos reclamaron hoy en sus mensajes pascuales más
diálogo y menos agravios entre hermanos, a fin de fortalecer la "amistad
social" y poder sumar esfuerzos para construir un país más justo,
fraterno y solidario, que sea "casa para todos" y no sólo para unos
pocos.
Los prelados llamaron a optar por los pobres, tal como lo pidió el
papa Francisco propia la opción por los pobres pedida por el papa
Francisco al inicio de su ministerio petrino: "Como anhelo con una
Iglesia pobre y para los pobres".
Mons. José María Arancedo (Santa Fe de la Vera Cruz):
“Los argentinos nos debemos gestos de grandeza y de encuentro, que nos
permita superar el agravio y la descalificación para fortalecer lazos de
pertenencia y afecto ciudadano. Danos, para ello, Señor, la sabiduría
del diálogo, la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común.
Que la Pascua sea un llamado a la fraternidad y a la esperanza, para
amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los más pobres y
perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la
paz. Deseándoles una Feliz Pascua, pido al Señor que nos acompañe y
bendiga como Nación”.
Mons. Andrés Stanovnik (Corrientes):
“Profesar a Jesucristo resucitado nos debe llevar a un verdadero cambio
en las relaciones con nuestros semejantes: cuidarnos unos a otros –como
nos recordó el Papa Francisco– preocuparnos por todos, por cada uno,
con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más
frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón;
preocuparnos uno del otro en la familia: los cónyuges se cuidan
recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el
tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres; y
vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en
la confianza, en el respeto y en el bien. Cuidemos también la fe de
nuestro pueblo y los valores que la sustentan… Para construir una
sociedad que prospere en forma pacífica y armoniosa es necesario
privilegiar efectivamente la atención hacia los más desfavorecidos,
trabajando sobre las verdaderas causas que generan pobreza e
inseguridad, poniendo en riesgo a toda la sociedad. Se disipan las
tinieblas de la mente y somos más razonables cuando optamos por el
diálogo, el respeto por el otro y nos esforzamos por sumar esfuerzos
para enfrentar los enormes desafíos que tenemos por delante”.
Mons. Alfredo Zecca (Tucumán):
“La espontánea algarabía popular así como la simpatía de los diversos
sectores de la Iglesia y hasta del estado y, en general, del mundo
cultural y civil, se pusieron inmediatamente de manifiesto y se
expresaron de múltiples maneras. ¡Un Papa Argentino!. A todos nos
parecía imposible y allí estábamos, atónitos, contemplando a Francisco
como aquel Pastor infatigable, humilde, austero, cercano a los más
pobres, a quienes muchos hombres y mujeres, de toda condición, buscaban,
en sus tiempos de sacerdote y de obispo, como confesor, director
espiritual, consejero y amigo. Como arzobispo quiero exhortar a todos
los católicos que peregrinan en esta Iglesia Particular de Tucumán a
reconocer en la persona de nuestro querido Papa Francisco al Vicario de
Cristo y a seguir dócilmente sus enseñanzas. Este será el mayor homenaje
que podamos ofrecerle y la norma segura de nuestro caminar junto a él
en la tarea de la evangelización a la que nos ha convocado. Con mis
mejores deseos de felicidad en esta Pascua y mi bendición”.
Mons. Carlos María Franzini y Mons. Sergio O. Buenanueva (Mendoza):
“Los cristianos acabamos de celebrar la Pascua de Jesucristo. La
solemnidad y noble sencillez de los ritos litúrgicos apenas alcanzan a
expresar la fuerza interior de ese fuego que es el corazón de la Iglesia
y que sigue comunicándose al mundo. Desde esta vivencia evangélica
quisiéramos acercar nuestro saludo pascual. Somos discípulos de Jesús. A
Él nos dirigimos suplicando el don de su Espíritu para que el fuego de
su amor siga animando la vida y misión de cada una de nuestras
comunidades cristianas. La pasión por Jesús y su Evangelio es mostrar a
cada persona que Dios es Padre, que el destino del hombre es la
eternidad, que todos estamos llamados a vivir como hermanos y que
tenemos que cuidarnos unos a otros, y cuidar también la casa común que
habitamos. Destinatarios privilegiados de este mensaje son los pobres,
los enfermos, los que sufren”.
Mons. Domingo Castagna (emérito de Corrientes): “Es la rueda indetenible de la historia. Se nos da la oportunidad de
prepararnos, desde formas sacramentales garantizadas, para llegar a la
eterna Pascua. Las oraciones litúrgicas así lo expresan. Existe una
alarmante inconsciencia del Misterio Pascual que acabamos de evocar. El
advenimiento del Papa Francisco ha provocado un cimbronazo de
dimensiones notables. La Argentina, Patria natal del nuevo Pontífice, ha
colmado sus templos. ¿Por qué? ¿Es que captó el mensaje? ¿Aclimató
afectivamente su memoria religiosa y un buen número de sus ciudadanos
recordó la importancia de Dios en sus vidas? Sería lastimoso
desaprovechar el momento y recaer en la trivialidad que, con mucha
frecuencia, sucede a eventos de deportiva importancia o a la muerte de
ciertos ídolos del espectáculo y de la política.
Obispos patagónicos: “Que
esta Pascua nos movilice entonces desde Cristo a un mayor compromiso
por: la familia como el lugar en el que se generan los valores
comunitarios más sólidos y se aprende a amar y ser amado, la educación
que promueva el valor y el cuidado de la vida, el desarrollo integral de
la persona y las acciones que aseguran la convivencia social. la paz
social que se logra, en gran parte, con el trabajo dignamente remunerado
para todos, y con el protagonismo de todos en las decisiones que hacen a
la vida cotidiana en orden al bien común. El diálogo fraterno y
respetuoso que nos permita alcanzar el objetivo principal de construir
una patria más justa, más fraterna, que sea casa para todos”.
Mons. Luis Urbanc (Catamarca):
“También nosotros necesitamos encontrarnos con el Viviente Jesús.
Anunciemos que Jesús está vivo en nuestra sociedad, en nuestros lugares
de trabajo, en los ámbitos de estudio, en nuestros hogares, en nuestros
centros de salud, en nuestros clubes, en nuestros sindicatos, en
nuestras fábricas, en nuestros servicios penitenciarios, en los
geriátricos, en el barrio, en las parroquias, etc. Nuestra sociedad
catamarqueña está necesitando que los cristianos proclamemos este
mensaje de vida, de fraternidad, de solidaridad, que es fruto de
reconocer que Jesús está vivo. Le pidamos a la Virgen del Valle, la que
nos protege, la que intercede por nosotros, la que es la Madre del
Resucitado, que nos ayude a valorar esta gracia que tenemos los
católicos de creer, de aceptar y de vivir a la luz y en la compañía de
Cristo vivo. El Señor los bendiga. ¡Feliz Pascua!”
Mons. Rubén Martínez (Posadas):
“También puede desesperanzarnos el percibir que el crecimiento
económico alcanza a algunos, y otros sectores que significan grandes
porcentajes de nuestra sociedad, sobreviven y quedan excluidos de un
circuito competitivo y cruelmente exigente. ¿Cómo se rompe el circuito
de la pobreza de aquellos que sin culpa padecieron la desnutrición en la
infancia, o bien el acceso a la educación o la salud? También se suman a
los signos de la cultura d la muerte la fragilidad en la que viven
tantos niños, adolescentes y jóvenes por contextos no incluyentes en el
trabajo y educación, y por el flagelo de estructuras de corrupción como
la droga que los dañan gravemente. Todos tendremos que sentirnos
responsables de transformar estas situaciones de muerte en “Vida”. En la
Semana Santa y en el Misterio Pascual celebramos “el misterio de la
muerte y de la Vida”. Aunque haya muchos signos de muerte, tenemos la
certeza de la Vida, de la resurrección de Cristo. Por esta poderosa
razón ¡no claudicamos en la Esperanza! La esperanza cristiana reclama un
fuerte compromiso personal y social, y nos lleva a ser protagonistas y
responsables para que las cosas anden mejor. Cada uno desde su propia
realidad y problema debe participar. La frase ¡para qué meterse si esto
no va a cambiar! es contraria a la esperanza cristiana”.
Mons. Jorge Lugones (Lomas de Zamora):
“Hemos confiado en el Señor para proclamar que deseamos caminar Juntos
hacia una Iglesia diocesana: abierta, solidaria y misionera. Con una
opción de misión especial hacia los adolescentes y jóvenes que no están
en nuestras comunidades. La alegría y el gozo que trae y comparte Jesús
Resucitado no es para nosotros solos, es para repartir a un mundo que
vive urgido por lo inmediato, por lo material, por el prestigio, o por
la indiferencia… no es un mundo hostil, es un mundo en cambio, en el que
vivimos cada día, con esperanza, donde tenemos que dar testimonio de la
fe. La fe como acto por el cual la salvación que nos trajo Jesús
alcanza a los individuos y comunidades transformándolos, y a toda la
creación junto con nosotros -como dice el apóstol - en una nueva
creación. Una fe que moviliza, una fe que contagia, una fe que por el
Amor de Jesucristo enviado del Padre, Resucitado y Glorificado y con la
fortaleza del Espíritu Santo, es capaz de abrirse en su dimensión social
a todos: porque queremos vivir y compartir la ‘dimensión social de la
fe’. Una dimensión que no es exclusiva ni excluyente, hacia todos los
que compartimos un mismo mundo humano desde la convivencia pacífica,
servicial y esperanzada que nos permite el encuentro, el dialogo, la
cercanía, una misión esencialmente ‘vincular’”.
Mons. Carlos Tissera (Quilmes):
“¡Cómo desearía una Iglesia pobre para los pobres!” ha dicho el Papa
Francisco. Es así que nuestra mirada y nuestro corazón vuelan hacia
aquel Francisco de Asís. Hombre de la Pascua y la alegría. Hombre de la
cruz y del amor. Hombre de la pobreza y de la entrega total. Hombre del
servicio y de la oración. Hombre de la contemplación y de la acción.
Hombre de la ternura del Niño del pesebre, y del dolor de las llagas del
Señor crucificado. Un hombre que despertó una primavera en la Iglesia
de hace ocho siglos. En este Año de la Fe, a cincuenta años del Concilio
Vaticano II, junto con el regalo del Papa Francisco, el Señor nos
regala su amor siempre fiel, con la serena certeza de que ha resucitado
para siempre; nos anima a salir de la tumba del desaliento y la
amargura, para resucitar a la alegría de darnos a los demás en el
servicio diario; amar y abrazar con amor nuestra propia vida, regalo de
Dios, y contemplar que en el centro de mi ser, brilla una gota de sangre
divina, la sangre de Cristo Jesús, el Resucitado, el que me da Vida, su
propia vida, esperando de mí, esperando de cada uno, una respuesta de
amor, y de esa manera parecerme más a Él. En el corazón mismo del Año de
Fe, la celebración del misterio Pascual es una invitación a reconstruir
la Iglesia, como fue el llamado del Cristo de San Damián hecho a San
Francisco”.
Mons. Antonio Marino (Mar del Plata):
“La Pascua es la mayor fiesta de los cristianos, es una fiesta de una
alegría contagiosa e incontenible. Celebramos el triunfo de Cristo
sobre la muerte y sobre el pecado, la muerte ya no tiene más dominio
sobre Él, ha sido vencida. Cuando el Hijo de Dios viene a este mundo
establece con nosotros una solidaridad profunda, la solidaridad de Dios
con los hombres, conoce a fondo nuestra condición humana, desciende
hacia el abismo de nuestras preguntas, oscuridades, de nuestros
sufrimientos.Y cuando Dios Padre lo resucita por el poder del Espíritu
Santo nos asocia a su triunfo, de modo tal que su resurrección es
también la resurrección de nuestra esperanza y nuestra vida. Este es
mensaje central que tenemos los cristianos, todo lo que tenemos para
decir al mundo está resumido aquí: Dios nos ama y nos salva a través de
Jesucristo. Y a todos quiero decirles, ¡Feliz Pascua, a llenarse de
esperanza, la resurrección de Cristo es también la resurrección de
nuestra vida!”
Mons. Carlos Malfa (Chascomús):
“El mal, el dolor, las injusticias, la muerte, especialmente cuando
toca a los inocentes, en una palabra, el desprecio por la vida y los
derechos de la persona humana, ponen a dura prueba nuestra fe y es
entonces y allí cuando necesitamos purificar toda concepción falsa de
Dios y descubrir su verdadero rostro: el de un Dios que en Cristo ha
cargado y sanado las llagas de una humanidad herida. Necesitamos el don
de una fe probada por la pasión y muerte de Jesús y confirmada por el
encuentro con el Resucitado y que renace en el contacto con las llagas
de Cristo que el Resucitado sigue mostrándonos en los pobres, los
débiles, los que sufren, ante los cuales debemos inclinarnos para ver,
seguir, encontrar, servir y amar a Jesús”.
Mons. Miguel Angel D'annibale (Río Gallegos):
“Estas palabras las escuchamos en la Vigilia Pascual, al celebrar la
Resurrección del Señor Jesús. Siguen resonando en nuestros corazones,
como sucede a lo largo de la historia de toda la humanidad. Pero,
entonces, hoy ¿dónde buscamos a Jesús? ¿dónde encontramos a Jesús?. Ya
no lo busquemos ‘entre los muertos’, porque no está muerto. ¡Vive!, si,
¡vive! para siempre, y lo podemos encontrar cada día allí donde la Vida
sigue triunfando sobre la muerte. Comenzamos a caminar 50 días de
alegría, 50 días de esperanza, el Tiempo Pascual, hasta la gran
celebración de Pentecostés. Son días para descubrir su presencia en los
hermanos y en los paisajes de nuestras queridas provincias de Santa Cruz
y Tierra del Fuego. Son días para seguir celebrando la Vida, y
reconocerla llena de fortaleza y esperanza en nuestros hermanos más
pequeños, en los pobres y enfermos, los preferidos del Señor. Son días
para reconocerlo presente y vivo en toda persona abierta al diálogo, que
trabaja sin cesar por la justicia y por la paz. ¡Abramos nuestros
corazones para ir a su encuentro! Les deseo a todos una muy ¡Feliz
Pascua! de Resurrección y les envío de corazón mi bendición”.
Monseñor Rubén Frassia (Avellaneda-Lanús):
“El Papa es argentino. ¡Cómo Dios nos ha honrado, distinguido y
bendecido! A la vez nos exige una adecuada y ponderada respuesta. La
distinción crea responsabilidad… La lógica humana tiene sus límites: la
humildad, la verdad y el amor. Estos valores deben acuñar todo nuestro
accionar humano y cristiano. No podemos tener otro camino. Así será
posible vivir como hijos y como hermanos. Sí, de nuevo, esta realidad
es posible. Él nos compró con su vida y nos devolvió la paz. Será
posible vivir la paz en la medida que Él esté presente en todos nuestros
ámbitos: lo personal, lo familiar, lo eclesial y la incidencia en el
comportamiento social. No hay otro camino. Ya se ha definido la
historia. Jesucristo es Señor de la vida y Señor de la historia”.
Monseñor Carlos Martini (San Justo):
“Dice José Calderón, un periodista guatemalteco amenazado de muerte:
desde niño, alguien sopló a mis oídos una verdad inconmovible que es, al
mismo tiempo, una invitación a la eternidad: "No teman a los que pueden
matar el cuerpo, pero no pueden quitar la vida" Ni yo ni nadie estamos
amenazados de muerte. Estamos amenazados de vida, de esperanza y de
amor... Si bien estamos viviendo en un mundo y una cultura de muerte, la
última palabra la tiene la vida. La fe en el Resucitado es la fuente
de nuestra Vida Nueva. El Padre al resucitar a Jesús nos revela el fin
de la muerte en El, en nosotros y en el universo. Llegará un día en que
no habrá dolor, ni lágrimas, ni muerte. El Dios de la vida será todo en
todo. La muerte ya ha sido vencida. Con mi amor de Padre y Pastor que
cree que Cristo resucitó y vive, los invito a encontrarse con Él en
esta Pascua y los bendigo tomado de la mano de su Madre, para que
cuidados por ella ,todos seamos instrumentos de su presencia que salva y
transfigura los corazones, la familia y la sociedad”.
Ricardo Faifer (Goya): “La
propuesta evangélica del Papa Francisco nos habla de humildad,
sencillez, austeridad, cercanía, sensibilidad con los más pobres y
alejados, coherencia… Sepamos escuchar lo que el Espíritu Santo está
diciendo a la Iglesia a través de él… ¿No les parece que nos está
invitando a ser más fieles en el camino de la santidad?... ¿No les
parece que nos está invitando a comprometernos en la renovación de
nuestra Patria Argentina, mediante el diálogo, la amistad social, la
reconciliación, la fraternidad?...El Papa Francisco, don del Espíritu
Santo, nos propone total fidelidad y autenticidad en la respuesta a
nuestra vocación cristiana, cada cual según su condición. Viviendo así,
respaldaremos su Ministerio y seremos los mejores intérpretes de su
mensaje, haciendo amable y creíble su propuesta de renovación eclesial”.
Mons. Oscar Sarlinga (Zárate-Campana): “El Señor Jesús es nuestra
Luz. En la misa crismal he tenido la oportunidad de expresar cuánto me
conmovió escuchar una gran verdad que, pese a conocerla, no siempre
tenemos presente: qué bello es ser perdonados, pese a nuestra 'noche
provisional' o bien cuando puede 'ser de noche', ya sea 'fuera y
dentro'. Se trata de llegar a lo que él mismo ha dado en llamar nuestra
'periferia existencial', con esa Luz. Cuando inaugurábamos el Año de la
Fe, les decía ‘Gracias, hermanos. Perdón, hermanos’. Quisiera que ello
se enraizara en nosotros como una actitud profunda y a la vez proactiva,
iluminada de lo Alto. Es una actitud sin la cual será difícil que
cambiemos por dentro, en esos paradigmas de endurecimiento pudieron
infligirnos daño u oscurecernos. Les auguro paz, y el gozar de los dones
del Espíritu Santo, renovadamente en esta Pascua. ¡Feliz Pascua de
Resurrección!”.
Mons. Luis Collazuol (Concordia):
“Al celebrar la Pascua en el Año de la fe, también nosotros confesamos
la fe en Jesucristo el Señor, Hijo del Padre y dador del Espíritu Santo.
Él es la clave, el centro y el fin de la historia, el gozo del corazón
humano y la plenitud total de sus aspiraciones. Deseo a todos y a toda
la comunidad diocesana una santa Pascua. Que el Señor Jesús esté en cada
corazón, en cada familia, en nuestra sociedad, en la Iglesia, en el
mundo, comunicando gracia, esperanza, fuerzas para amar, luz para vivir
en la verdad que nos hace libres. En nombre de Jesús el Señor, los
saludo con afecto fraterno y los bendigo”.+